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Letras Desnudas

Mario Caballero

Con la nueva designación de César Yáñez Centeno y la reciente contratación de Amador Rodríguez Lozano, queda bastante claro que las grandes apuestas del presidente Andrés Manuel López Obrador rumbo a las elecciones del 2024 son Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum.

Como todos sabemos, César Yáñez fue nombrado como subsecretario de Desarrollo Democrático, Participación Social y Asuntos Religiosos de Gobernación. Esto ocurre después de casi cuatro años de haber estado relegado en la Coordinación General de Política y Gobierno de la presidencia de la República.

Para muchos esto hace pensar que el presidente tal vez ya le perdonó a Yáñez la ofensa de su boda que contradecía el discurso de la austeridad republicana, y por ello lo ha colocado en una posición más pública y sobresaliente.

Aunque conociendo de antemano que César Yáñez fue por más de 20 años uno de los personajes más cercanos del presidente y una pieza fundamental que lo acompañó en tres ocasiones como vocero en las campañas de 2006, 2012 y 2018 por la presidencia, es más atinado pensar que su cambio fue para reforzar la estrategia electoral en apoyo al secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien ha sido considerado uno de los posibles sucesores de López Obrador.

En ese mismo sentido va el nombramiento de Amador Rodríguez Lozano, quien desde hace unos días ocupa la recién creada Coordinación General de Relaciones Interinstitucionales en la administración de Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México.

Por donde se vea, los dos nombramientos son cuestionables. Sin embargo, en un análisis más meticuloso podría decirse que el hecho de haber sacado a César Yáñez del puesto de castigo en el que estuvo desde el primero de diciembre de 2018 fue para que pasara lo más desapercibida posible la designación de Rodríguez Lozano. No lo sé de cierto, pero piénselo un momento.

Pues de los dos movimientos, ¿cuál fue el más vistoso? Obviamente, el de Yáñez, por las razones antes mencionadas. ¿Y por qué se dieron casi al mismo tiempo? Quizá tratando de ocultar que uno de los mapaches electorales más aborrecibles de la era jurásica del PRI, estaba siendo integrado al equipo élite de Sheinbaum: la protegida y favorita del presidente López Obrador.

EL MAPACHE

Aquí también, por donde se vea, el nombramiento de Amador Rodríguez, alias el “Cachanilla”, es una suma que resta. Por el lado ideológico, contradice los postulados de la Cuarta Transformación, el discurso de la honestidad valiente y tira por los suelos la lucha contra la corrupción e impunidad, ya que el Cachanilla es mentiroso, no es honesto, ha traicionado según dicten sus intereses personales y ha estado acusado de fraude, desvío de recursos públicos y enriquecimiento ilícito.

Empero, por el lado estratégico podría contribuir en el fortalecimiento de la desvalida figura de Claudia Sheinbaum. ¿Pero a qué costo? ¿Bajo artimañas políticas al margen de la ley? ¿Bajo coerción y amenazas? ¿Con pactos en lo oscurito? ¿Entregando dádivas a grupos desestabilizadores con dinero ilícito? Porque Rodríguez Lozano, que también ha sido señalado de tener nexos con el crimen organizado, no sebe hacer otra cosa y no sabe operar políticamente de otra manera.

Amador Rodríguez es un tipo soberbio al que le gusta ser llamado como “hacedor de gobernadores”. Él mismo cuenta, que gracias a sus estrategias electorales muchos priistas, petistas, panistas, perredistas y verdecologistas se han alzado con alcaldías, diputaciones y gubernaturas. Entre ellos, Rogelio Montemayor, exgobernador de Coahuila; Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca, y Juan Sabines Guerrero, exgobernador de Chiapas.

En el caso de Montemayor, inventó una maniobra llamada “dedito caliente” para cometer fraude electoral. Consistía en marcar el dedo de los electores con una tinta que podía lavarse con quitaesmalte. Claro está, él mismo se encargó de ordenar la fabricación de esta tinta con un químico de la Universidad Autónoma de Chihuahua y repartió 120 cajas de esta sustancia en todas las casillas.

Se llamó “dedito caliente” porque esta tinta al limpiarse producía un dolor y ardor como de quemadura. De este modo, logró que las personas votaran más de una vez en distintas casillas en operación carrusel, inventada por el PRI.

Aquel domingo 26 de septiembre de 1993, Rogelio Montemayor fue elegido gobernador con 352 mil 730 votos, y Rodríguez Lozano se consagró como mapache electoral. En las elecciones presidenciales del 2000, fue captado comprando votos a favor del candidato priista Francisco Labastida Ochoa.

Militó en el PRI durante más de 20 años y bajo estas siglas fue dos veces diputado federal y una vez senador de la República.

Vino a Chiapas en 2003, después de haber perdido dos años antes la elección a gobernador en su estado natal, impulsado por el Partido del Trabajo. Pablo Salazar lo nombró asesor jurídico del Gobierno del Estado y desde esa posición diseñó leyes para proteger la corrupción salazarista y perseguir a los opositores del gobierno.

Fue en esa administración que salió implicado en el desvío de 50 millones de pesos de la extinta Procuraduría General de Justicia del Estado, entonces dirigida por Mariano Herrán Salvatti. Inclusive, hay dos expedientes de la Secretaría de la Función Pública estatal en la que lo acusan del robo de 8 y12 millones de pesos, respectivamente, correspondientes al Fideicomiso Contra la Delincuencia Organizada. Aparte, tiene señalamientos por gastos improcedentes por 26 millones de pesos y por la sustracción ilegal de 342 mil dólares de la Dirección de Bienes Asegurados, perteneciente a esa misma institución.

Durante el gobierno de Sabines Guerrero fue titular del Ministerio de Justicia del Estado, hoy Fiscalía General del Estado de Chiapas.

En 2008, encabezó un operativo que logró el decomiso de dos toneladas de cocaína que se encontraban en una casa de seguridad en la colonia Patria Nueva, en el oriente de Tuxtla Gutiérrez. Pero cuál fue la sorpresa, que después de eso salió en rueda de prensa a decir que la mercancía incautada no era cocaína, sino leche en polvo, que según fue incinerada en un predio del municipio de Chiapa de Corzo.

No obstante, Gilberto Rivera Amarillas, narcotraficante conocido como el “Tío Gil”, aseguró mediante una declaración ante la PGR que sí era cocaína, que era de él y que Amador Rodríguez Lozano había mentido al decir que era lactosa. Es más, afirmó que uno de los cárteles más poderosos del país le había estado pagando al gobierno de Juan Sabines, a través de la procuraduría de justicia para mantener el control de la frontera sur del estado.

En 2012, bajo las órdenes de Sabines, se dijo que operó el fraude electoral para que 12 políticos ligados a este corrupto exgobernador salieran electos como diputados federales.

VAYA FICHAJE

Entonces, sería ingenuo decir que Claudia Sheinbaum no sabe con quién se está metiendo porque sí sabe con quién se está metiendo. Pero vaya fichaje el que ha hecho. Nada más y nada menos, que uno de los mapaches electores más aborrecibles de la época dorada del PRI.

Quién diría que el partido y los políticos que dijeron que serían diferentes, están dando señales que van con todo por la presidencia de la República, empleando a la misma gente y por ende las mismas mañas del PRI que dijeron combatir.

yomariocaballero@gmail.com

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