Opinión y Propuesta
Prof. Andrés Vázquez Domínguez
A muchas personas, podría parecerles que el contenido de la Biblia tiene poco o nada de relación con la actualidad que vivimos. Pero no es así. Es un libro por demás vigente. Y a lo largo de todo su texto, nos habla de lo que conocemos como “Los siete pecados capitales”; uno de los cuales es la envidia que, según la RAE, es la tristeza o el pesar por el bien ajeno y/o el deseo de algo que no se posee.
La envidia es un sentimiento vigente, no sólo entre individuos o comunidades, sino también entre países. Y se manifiesta de muchas formas, una de las más brutales nos ha llegado a la ciudad de México, que es donde reside el autor de esta columna. Y sabedor que ésta se publica en Chiapas, estoy seguro que muchos lectores de inmediato reconocerán de qué les estoy hablando.
Hace cosa de un mes, en el norte de la ciudad, nos llegó un numeroso contingente de inmigrantes sudamericanos, la enorme mayoría de ellos venezolanos, que vienen con la firme intención de llegar a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades.
Se trata de numerosas familias, que prácticamente vienen sólo con la ropa puesta y a la buena de Dios. Adultos, pero también ancianos y muchísimos niños e incluso bebés; que conforman el contingente de migrantes que han llegado hasta nuestros lares. Allá en el bello Chiapas, esta triste cotidianeidad se vive en muchas ciudades, destacadamente Tuxtla Gutiérrez y la fronteriza Tapachula.
Duele verlos hacinados unos al lado de otros, cansados y andrajosos, pero firmemente aferrados a sus sueños, soportando hambre, enfermedades e inclemencias del tiempo. Durante la temporada que han sido nuestros improvisados vecinos, han aguantado de todo, desde el fuerte calor capitalino, hasta lluvias y frío inmisericorde, pasando por la activación de la alerta sísmica y apenas hace unos días, las tertulias con motivo de las festividades de Muertos. Algunos vecinos son indiferentes, otros agresivos y otros más, solidarios hasta donde pueden; pero los grandes ausentes son las instituciones. Simplemente no están. No aparecen por ningún lado ni sus embajadas, ni nuestra Alcaldía, ni los Gobiernos de la Ciudad ni el Federal. Nada.
Y es que hay que entender que esas personas salieron prácticamente huyendo de su país, por las malas condiciones ya sean económicas y/o de inseguridad que imperan por allá. Y es que escuchar sus historias, estremece. Y sí, aunque usted no lo crea amable lector, nosotros los mexicanos, con todo y todo, estamos mejor.
También hay que entender que esas personas están en circunstancias tan precarias por diversas razones, muchas de ellas derivadas del egoísmo. El de sus cúpulas gobernantes para aferrarse al poder al tiempo que se desentienden de las necesidades de su pueblo. Egoísmo de los demás países al quedarse callados ante el deterioro de su nivel de vida, so pretexto de no intervenir en asuntos de otro país. El egoísmo de las grandes potencias, destacadamente los Estados Unidos, por ahogar su de por sí maltrecha economía, al tiempo que cierra sus fronteras a las incesantes olas de inmigrantes que sus mismas políticas económicas producen.
Ojalá que los Gobiernos de todos los niveles, se sensibilicen a este drama humano y recapaciten sobre el grave error que es atender éste y otros muchos asuntos, desde el egoísmo. Ojalá que sí.
Además, opino que es necesario e importante, generar políticas públicas educativas, en relación al cuidado, protección y preservación del ambiente.
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