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Opinión y Propuesta

Mtro. Andrés Vázquez López

Recién fue el “Día de Muertos”. Una festividad de origen prehispánico que se ha cristianizado, de modo tal que actualmente, muchas personas creemos que esas fechas las almas de los difuntos, nos visitan.

Por la transculturización, o sea el traslado de costumbres entre diferentes pueblos, el cual se ha profundizado por los efectos de un mundo muy interconectado y globalizado; desde hace muchos años, en nuestro país tenemos fuertes influencias, de una serie de festividades que se han ido mezclando con la del Día de Muertos, de tal suerte que tenemos ahora una suerte de “festejo” (Así, entrecomillado); del “día de los monstruos” o “día de los espantos”. En esta columna, no vamos a debatir sobre si estas festividades se corresponden con las tradiciones mexicanas y/o cristianas. A lo que queremos referirnos es, más bien, al efecto de trivialización que tienen. 

Y es que, a fuerza de muchos estímulos; se ha adherido a nuestras festividades, la costumbre de que hasta adultos se disfracen de lo que sea y anden así por calles, oficinas y comercios, por lo menos en CDMX; realizando sus actividades cotidianas. En este punto, podría pensarse: ¿Qué tiene de malo que niños y adultos se disfracen de lo que quieran? Nada en realidad. Pero si se analiza bien, lo que se hace es trivializar las cosas. Es decir, dejando de lado, el significado profundo de una tradición (El contacto con los seres queridos ya fallecidos). Se va abandonando la relación de los seres humanos con su sentido de trascendencia, ligado con la fe y la espiritualidad propias; para dar paso a un festejo hueco, sin referencia a los difuntos ni a su recuerdo, y mucho menos hacia la reflexión sobre cómo su paso por este mundo, marcó a quienes los conocieron, y se sustituye por un festival de disfraces más bien relacionados con el ámbito del terror, pero sin contenido. Y para colmo, se hace una apología de la muerte y la violencia.

¿Y por qué esto es grave? Pues porque es parte de un proceso más amplio de pérdida de valores. Se sustituye la memoria a los muertos, por el festejo a los monstruos. Se cambia un momento de contacto con lo trascendente, por un festejo vacío y corto. Se suple un momento espiritual, por relajo barato. Y claro, se olvida por completo, de qué se trataba inicialmente la festividad.

Recordemos la idea de la relativización: Cuando todo da igual. La vida y la muerte. Recuerdo y olvido. Amistad y enemistad. Solidaridad e indiferencia. Esfuerzo y desinterés. Honradez e inmoralidad. Etc… Y si todo da igual, si se pierden raíces y valores; entonces ¿para qué esforzarse? Y por ello tenemos jóvenes que prefieren delinquir antes que estudiar. Personas que prefieren mendigar antes que trabajar. Familias que abandonan a sus ancianos y los despojan de sus bienes. El país con el mayor número de perros y gatos abandonados. Altos niveles de basura en las calles. ¡Total! Todo da lo mismo.

No es exagerado pensar que actitudes aparentemente tan inocentes como disfrazarse de bruja, son la punta de la madeja de un proceso de trivialización que tiene sus peores expresiones en muchas actitudes reprobables. Cobrar conciencia de esta conexión, es el primer paso para poner las cosas en su lugar correcto y darles su importancia.

¿La vacuna? Educar con valores.

Ojalá que sí.

Además, opino que es necesario e importante, generar políticas públicas educativas, en relación al cuidado, protección y preservación del ambiente.

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