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Un Corpus Christi, diferente

Karla Gómez

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

Estos días, Wandhy Yaquely Pérez Toalá, no abrió la gaveta del ropero. No sacó su vestimenta de Chamula, uno de los personajes de la Danza del Calalá, práctica tradicional en Suchiapa. Danza de origen prehispánico que se usaba para espantar al mal y pedir una buena cosecha. Se interpreta durante las festividades de Corpus Christi.

Permanecen guardadas las fajas, los rebozos, las enaguas envueltas en bolsas negras y amarradas; así como el morral. Su indumentaria permanecerá intacta para el próximo año, debido a la pandemia del Covid-19.

Tiene el corazón triste. Sabe que estos días son los más felices, pues a través de la danza del Calalá, agradece por tantas bendiciones. Por ello, danzó de manera diferente desde casa, prendió una veladora en su altar, el estoraque con su aroma especial y oró por todas las personas que les aqueja algún problema, por los enfermos y en especial por los que se adelantaron en el camino y no pudieron despedirse ni acompañarlos a su última morada. Agradece a Dios por la oportunidad de vida que le da y pide estar con bien el próximo año, para danzarle y caminar con él.

“Cada uno lleva en su corazón lo que quiere regalarle a Dios de amor… Jule, jule. Bendito y Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar”, comenta con ánimo.

Cree en un ser que lo llama Dios de amor y que está en el Santísimo Sacramento del Altar… “un ser que puedo sentirlo, es la seguridad y confianza en que recibiré lo imposible”.

Se da el tiempo de recordar el ritual. Desde un día antes deja su traje en el altar de la casa de su mamá porque ahí se viste. Prepara las ofrendas que llevará a la Ermita y las que regalará a los danzantes chamulas y a conocidos. También alista su cadena de flor de ensartar y hace una cadena de ocho metros, para dejar en la Ermita y otras cuatro para colocarle al Santísimo cuando lo llega a topar.

“Cuando ya es hora de vestirme la emoción me invade… antes que nada me paro frente al altar, le digo a mi papá que me bendiga, que todo me salga bien, agradezco que obtuve permiso por parte de mi trabajo para poder bailar… Después, me dispongo a cambiarme, me coloco mi blusa, mi nagua que es un trabajo enorme colocarla por falta de práctica. Ahí intervienen mis hermanas y mi mamá, me ayudan a amarrar mi faja y apretarla, después ya me coloco el rebozo en mi cabeza, aretes, caites, mi chinchín, mi morral, una botella de trago curado y mi iguana. Me persigno, le pido a mis hermanos que lleven los demás obsequios que daré durante la danza…”, comparte.

Su papá fue quien le inculcó el amor a la danza, además se encargaba de dar “menudo”, para la comida; y de llevar el vicario a la Ermita con enramas. Sin embargo, ella motivó a su hermanita y su prima Lupita para que danzaran, aunque ella inició a los 17 años de edad.

Desde hace 12 años, la participación de las mujeres en esta Danza con el personaje de Chamula ha ido en aumento. Aunque aclara que antes, solo una señora llamada Cira Champo, era quien bailaba.

“Por regular, son niñas las que se vestían de Chamulitas… Era raro ver a una mujer de 15 años en adelante que danzara. Hace unos 12 años atrás, ha aumentado el número de mujeres que tienen ese deseo enorme de agradecerle al Santísimo con su danza, y al ver que más mujeres lo hacen, se animan y se suman”.

Whandy, sabe que su vida es importante, que vendrán otros años más en donde podrá vivir con devoción y júbilo la tradición. Por ahora, permanece resguardada en su casa, recordando la fiesta, orando para ella y sus familiares.

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