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Lilia Ma. Calderón/Las Margaritas, Chis.

El concepto de crimen de odio se usa a menudo en la justicia penal, para referirse a crímenes que surgen de prejuicios u hostilidad hacia grupos particulares de personas: los crímenes de odio individuales, resultan de víctimas que son atacadas porque pertenecen -o se cree que pertenecen- a un grupo social específico.

Los criminólogos han asociado los crímenes de odio, a determinados aspectos de las víctimas que son analizados como construcciones singulares de la identidad. Así, un individuo es victimizado debido a su identidad percibida, donde el concepto de identidad es reducido a una característica, atributo o mera motivación. En respuesta a estas consideraciones reduccionistas de la identidad, actuales grupos de antiviolencia llaman a los criminólogos a prestar más atención y estar más en sintonía con la naturaleza interseccional de la identidad, es decir que los crímenes de odio pueden ser cometidos no solo por la orientación sexual de la persona, sino también -y al mismo tiempo- debido a su género, edad, clase social, etc.

La mayoría de las teorías puramente psicológicas, como la proporcionada por Allport, entienden a los crímenes de odio como una forma extrema de odio o prejuicio, como actos aislados de violencia que solo unas pocas personas -mentalmente enfermas- pueden hacer. Bajo este enfoque, que es bastante dominante en el campo, los perpetradores de crímenes de odio son sujetos con personalidades autoritarias y personas que tienen problemas para controlar y regular sus emociones y sentimientos. Las explicaciones socios psicológicos de la violencia -fundamentalmente influenciadas por el funcionalismo- se centran en los factores sociales que impulsan a los individuos a cometer crímenes de odio.

Ahora bien, generalmente los crímenes de odio son cometidos por gente común, en su vida cotidiana y solo una pequeña proporción de todos los crímenes de odio implican violencia física; eso significa que muchos incidentes de los que se habla, no son cometidos por fanáticos extremistas, no involucran ataques premeditados por matones que están predispuestos a la violencia, a menudo no implican violencia física en absoluto y en muchos casos no implican odio. Las ofensas motivadas a menudo implican actos de hostigamiento de bajo nivel y en escalada, tal como el abuso verbal y formas generales de intimidación. También se ha demostrado que muchos incidentes de crímenes de odio, son un proceso continuo de victimización que se repite durante períodos prolongados de tiempo, que a veces se convierten en conductas amenazantes y abusivas.

La mayoría de los incidentes de crímenes de este tipo son básicamente formas diferentes de acoso, principalmente perpetradas por desconocidos. Pese a lo anterior -y paradójicamente- el concepto de acoso no es comúnmente usado en la literatura sobre crímenes de odio, lo que se relaciona con la ausencia de las relaciones de género en el análisis; acoso es mayormente utilizado en la literatura feminista, para quienes el foco son las desigualdades de género, mientras que la literatura sobre crímenes de odio abre el análisis hacia otras desigualdades, tales como la orientación sexual, la etnicidad, la clase y la religión, entre otras. El rechazo en el reconocimiento del género como una forma de desigualdad, es la razón por la cual en algunas investigaciones la violencia parece ser neutral y las diferencias en cómo las mujeres y los hombres son afectados de manera desigual por este tipo de crímenes, han sido a menudo desatendidos.

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