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La paz, pisoteada en todos sus niveles

Claro que tiene razón Carlos Villán Durán, ex miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando afirma que todos los seres humanos tenemos derecho a vivir en paz, una garantía inalienable para sobrevivir sobre la faz de la tierra.

Nadie en sus cinco sentidos podría pensar que en pleno siglo XXI, en la época de la globalización, donde la Inteligencia Artificial está cumpliendo los vaticinios de científicos realizados hace más de cinco décadas, el hombre hiciera de todo para destruirse a sí mismo, sólo por la ambición del poder, del dinero, de la supremacía.

De qué sirve que hoy se viva la era de la digitalización si entre naciones se están matando porque no se olvidan las viejas rencillas. El odio se ha encargado de llenar los corazones de hombres y mujeres que defienden hasta con su vida lo que consideran su verdad.

Ese es justo el caso de lo que hoy registra y ha llamado la atención en el mundo entero. La barbarie que se vive en el Oriente Medio, donde Hamás realizó una verdadera masacre contra la población civil de Israel.

En todos los medios se ha difundido esta guerra sin cuartel y en todos los espacios noticiosos se ha tratado de explicar a todo el mundo, el origen de la invasión que hicieron los soldados de Hamás y la respuesta que ha tenido Israel, la llamada tierra Santa, donde vivió Jesucristo.

Las desgarradoras escenas y los resultados de muerte y desolación pareciera que no le hacen mella al corazón de los mexicanos, pues en su entorno global, la población toma la noticia como algo natural y el asombro por los hechos de barbarie no ha calado.

¿Será acaso porque en el país se ha normalizado la violencia? Los escenarios a lo largo y ancho de la república mexicana pareciera que forman parte ya de la cotidianidad con que se desenvuelven los actos de violencia entre bandas del crimen organizado.

Si bien, la posición de las organizaciones no contempla a la sociedad civil, quienes de manera indirecta o por casualidades del destino los han pasado a traer. Por un lado, qué bueno que así sea, pues el día que los procedimientos cambien de dirección y los objetivos sean los ciudadanos, en ese momento el estallido de una revuelta social estaría más que cantada.

Lamentable que hoy en lugar de procurar enriquecer con educación y desarrollo a los pueblos, los gobiernos imperialistas busquen a toda costa armarse hasta los dientes para defender sus territorios, sus intereses. La paz no les interesa porque de ella no obtienen ganancias ni se empoderan.

Hoy no sólo es el conflicto en el medio oriente, también está la guerra entre Rusia y Ucrania, y ambas no tienen para cuándo cesar los combates y para cuando termine, pasarán muchos años para que vuelvan a la “normalidad. Lo mismo sucede en otros 100 frentes en el mundo, aunque con menor impacto, según la ONU.

Estos dos casos son el ejemplo de la descomposición social, pero en México no necesariamente decimos que estamos en guerra, sino en una situación de inestabilidad generalizada por las pugnas entre organizaciones del crimen organizado, las cuales repercuten en la ingobernabilidad.

México no está en guerra, pero sí vive una psicosis colectiva por el registro en cualquier parte del país de enfrentamientos entre los mismos mexicanos, aunque unos sean considerados los buenos y otros los malos.

Los estados y pueblos de este país forman parte de esa “guerra silenciosa” donde también los conflictos se trasladan a problemas religiosos, agrarios y políticos.

Las diferencias en Chiapas, por ejemplo, entre católicos y evangélicos o militantes de alguna secta religiosa, ha causado muerte y destrucción. Los problemas de posesión de tierras también son parte de los conflictos que se viven en algunas zonas de la entidad, además de las confrontaciones políticas ha provocado muertes.

El mundo vive una revolución constante, y si en esa dirección seguimos, no habrá poder humano que nos salve del holocausto.

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