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La sucesión presidencial, novedades y un toque de restauración

Juan Carlos Gómez Aranda

La sucesión presidencial es la serie de acontecimientos más importante del sistema de partidos de nuestro país, momentum y clímax político del presidente de la República para ejercer una de sus principales y amplias facultades, pero también es un proceso que todos o casi todos los mexicanos observamos con desdén o interés y del que opinamos, algunos se apasionan y otros se desencantan.

Ahora mismo presenciamos el arranque de este proceso sexenal en el que Morena se colocó delante de los otros partidos al iniciar de manera anticipada la carrera por la presidencia de la República, haciendo alarde de acrobacias y malabares jurídicos e introduciendo aspectos novedosos. El viernes pasado Morena concluyó el encuadre de sus pretendientes al registrar a Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco Coello, los dos últimos integrantes del Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista de México, respectivamente, que irán en coalición con Morena a las elecciones de 2024.

Por su parte, el INE aprobó que estos aspirantes recorran el país en busca de ganar la designación de Coordinador de la Defensa de la Transformación –el paso previo para la nominación de precandidato presidencial– y emitió una serie de recomendaciones que son fáciles de cumplir por parte de los abanderados, pero también de eludir por parte de sus simpatizantes que no tardaron en iniciar el fuego amigo.

El partido del presidente marcó el calendario al definir que los recorridos iniciados el pasado lunes concluirán el 27 de agosto para dar paso a las encuestas y llegar al 6 de septiembre levantando la mano a quién será su candidato. También emitió diez mandamientos que obliga a los pre, pre, a acatar el resultado de las encuestas, apoyar al ganador, apegarse a la legalidad, evitar confrontaciones entre sí y dos recomendaciones que serán imposibles de cumplir: que sus simpatizantes no incurran en denuestos contra los otros contendientes y que no realicen actos de promoción personal, cuando esto último es precisamente la esencia y motivo que anima las giras y reuniones.

El ejercicio muestra brío al inicio, alguno que otro raspón entre los punteros y llamada de atención descafeinada al que quiso hacerle la barba al Gran Tlatoani. Ebrard aparece como el pretendiente disruptivo y acelerador de algunas decisiones de su partido, Adán Augusto se muestra como el que no come ansias ni la parafernalia del arranque lo perturba, mientras que las redes sociales exhiben un pequeño resbalón de Sheinbaum al hacer un reclamo público al árbitro que arregló con un sana, sana posterior. Monreal se coloca bajo el manto de sus creencias religiosas y Noroña lleva como amuleto su peluche estilo Doctor Simi; mientras que Manuel Velasco Coello se presenta con el respaldo del Consejo Nacional de su partido y de sus simpatizantes que de manera festiva lo acompañaron al evento de registro donde delineó los cuatro ejes de su propuesta, que ofreció detallar durante los recorridos que hará por el país.

Por su parte, Va por México, coalición que integran el PAN, el PRI y el PRD, con menos curiosidad por parte del respetable está cerca de lograr un acuerdo respecto del método electivo de su abanderado que incluirá elecciones primarias abiertas y encuestas, donde cada partido registrará dos personas y organizaciones de la sociedad civil también harán propuestas. Los más perfilados son Santiago Creel, Mauricio Vila, Lilly Téllez, Xóchitl Gálvez, Beatriz Paredes, Enrique De la Madrid, Claudia Ruiz Massieu, Miguel A. Mancera y Gustavo de Hoyos.

Movimiento Ciudadano, a pesar de estar necesitado de incrementar su feligresía, desaprovecha tiempo de exposición pública de los cuadros con que cuenta al anunciar que será hasta diciembre cuando presente al ungido. ¿O será que está esperando cobijar a algún tránsfuga o despechado?

Es cierto, el proceso sucesorio que estamos viviendo es inédito en algunos aspectos como los esfuerzos para que transcurra sin neblina. Sin embargo, también tiene elementos de restauración como la ubicación del presidente en el centro de la escena y con el poder para imponer a su heredero, esto último no ocurría desde que Carlos Salinas impulsó a Luis Donaldo Colosio y después a Ernesto Zedillo, pues ni éste último, ni Fox, Calderón ni Peña lo lograron. El presidente López Obrador definió quienes serían los pretendientes, dictó las reglas que su partido adoptó ipso facto ylleva el metrónomo para marcar Adagio, Allegro y Presto de la sucesión. También, como en los tiempos del partido casi único, es muy posible que con el resultado de la contienda interna del partido oficial se esté eligiendo al próximo presidente de la República dado su gran predominio, hasta ahora.

Los optimistas consideran que, si bien el presidente eligió a los prospectos, lograr la nominación será por su esfuerzo y simpatía que logren despertar o por el interés por sus propuestas, más aún cuando la encuesta principal tendrá otras mediciones “espejo” para evitar distorsiones y reducir el margen de discrecionalidad. Los pesimistas creen lo contrario y están convencidos que al final, el proceso tendrá como segundo acto que el solitario de palacio ejerza su prerrogativa principal: elegir a su sucesor.

De cualquier manera, quienes resulten ser los candidatos y en su momento uno de ellos presidente de México, encontrará que algunos de los problemas estructurales del país siguen vigentes: inseguridad, impunidad, desigualdad social y un desafío que no es menor: lograr la reconciliación nacional.

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