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Agencias

Diario de Chiapas

El Real Madrid asaltó el Camp Nou. Otra vez. Y dejó al Barça descompuesto y debilitado, más de lo que ya estaba, incrédulo del camino a tomar después de un Clásico en el que se notaron tanto las costuras del equipo azulgrana como la facilidad con la que los merengues se llevaron una victoria ajustada (1-2) que dejó constancia de la diferencia, hoy por hoy, entre ambos equipos.

El Barça quiso, pero no pudo y enlazando su cuarto Clásico perdido demostró que puede ser un equipo de futuro esplendoroso, pero tiene un presente más que limitado. El primero sin Messi fue otro canto a la depresión de un equipo al que le falta gol, dramáticamente, y que, más dramático aún, encaja como si nada.

A los de Ancelotti les basó con esperar su momento. Y a partir de ahí, tras el gol de Alaba, jugaron con los nervios y desespero de un rival que quiere, pero no puede.

Apareció revolucionado el Barça y cauteloso el Madrid. Si dijo en la víspera Ancelotti que “es bueno tener miedo” sus jugadores parecieron seguir sus consignas al pie de la letra, siendo dominado ampliamente el equipo merengue durante veinte minutos que hicieron pensar a la hinchada local que podía reencontrarse con la victoria tras cuatro Clásicos adversos… Fue una alucinación.

El Madrid quería avisar a base de contragolpes en los que Vinicius llevaba la voz cantante y empezaba a poner de los nervios a Mingueza. A los 20 minutos protestó un posible penalti, después rozó el gol en una jugada que acabó en nada por fuera de juego y al cabo comprendió que tenía el partido en sus pies, contemplando los nervios que provocaba.

Y de pronto el partido cambió de cara, de color y de sensaciones. A partir de un fallo clamoroso de Dest a los 24 minutos, enviando a las nubes un remate franco de gol, solo ante Courtois, el Real Madrid le puso mayor empuje al centro del campo, dominado por un Busquets imperial, descubriendo el nulo aporte de Frenkie de Jong y la rapidez en su juego comenzó a hacer daño a un Barça bien plantado… Pero que recibió un golpe que le dolió en el alma y el juego.

Alaba, pesadilla azulgrana ya en su época como jugador del Bayern, comenzó y acabó una contra magnífica. Primero ganando la pelea a Memphis, después acompañando como un secundario invisible la contra y al final rematando como un poseso, magnífico, la asistencia de Rodrygo, totalmente desmarcado mientras Piqué y Èric García vigilaban a Benzema y Vinicius y Mingueza corría ciego, sin saber dónde colocarse.

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