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Reforma eléctrica, el punto de partida

El domingo de Resurrección resucitó la oposición en México. Por lo menos así hicieron creer al mantenerse unidos para no dejar pasar la reforma eléctrica que había propuesto el presidente Andrés Manuel López Obrador. Desde un principio, la serie de debates y planteamientos a favor y en contra, entraron en una discusión que fue más allá del análisis concienzudo. De los interlocutores sólo escuchamos una seria de acusaciones que iban más allá de argumentos que sostuvieran sus dichos. Los funcionarios de la Cuarta Transformación, la oposición, así como los legisladores del país, se enfrascaron en una pelea irracional que al final del camino, nos enseñó que ni el gobierno tiene todo el poder ni la oposición (entiéndase como conservadores o neoliberales) es tan débil como aparenta.

Una cifra relevante lo demuestra. En las pasadas elecciones de 2021, los partidos Morena, PVEM y PT obtuvieron un poco más de 20 millones de votos a su favor, pero la suma de sufragios en favor de la oposición con el PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano, alcanzó 3 millones más, es decir, tuvieron un poco más de 23 millones de votos. Una cifra que, compuesta en la integración de los diputados que integran la Cámara de Diputados, permitió que la Cuarta Transformación por primera vez en sus cuatro años de gobierno, le fuera parada una iniciativa de ley.

Lo que se quiere no es demostrar quién tiene el poder o quién gana por ganar, sino al contrario, que la discusión de la reforma eléctrica, como cualquiera otra que se haga llegar o salga desde la máxima tribuna del país, debe haber consensos, contrapuestas que abonen a la integración de un documento o plan de desarrollo más completo.

Morena y sus aliados deben entender, con la derrota pírrica de este domingo, que la puerta del diálogo y los consensos deben ser prioridad; deben de dejar de mentir con sus dichos en tribuna o en los medios de comunicación, pues nada costaba que se sentaran a analizar los puntos que la oposición querían agregar a la reforma. Morena dijo que se habían aceptado 10 puntos de 12 que había presentado el PRI. Sin embargo, en la discusión en lo general del dictamen, éstas no aparecían en el documento final. De ahí que cerrarse a quitarle o moverle una coma a la iniciativa es una forma negativa y el domingo obtuvo la respuesta.

De qué sirvieron los debates encabezados por expertos en la materia que dieron pelos y señales de los pros y contra de la iniciativa. Absolutamente de nada. ¿Acaso no se puede conciliar, debatir? por qué no encontrarle salida a lo que se dijo de que el modelo presentado estaba agotado, que representaría regresar 60 años y no se resolverán los problemas actuales. Si los que saben de esto dijeron que la reforma daba más lugar a combustibles fósiles, ya que ahora 67% de la generación de energía de la CFE es con base en éstos, por qué no se discute razonablemente no a sombrerazos.

Se dijo que lo que planteaba el gobierno representaba para los próximos 15 años desembolsar del presupuesto federal 80,000 millones de dólares entre las líneas de transmisión, distribución y las plantas hidroeléctricas o que se cancelaría 62% de la generación nacional por la anulación de permisos a privados.

Acaso no tenemos en la Cámara de Diputados representantes con suficiente capacidad para inducir soluciones que mediaran pasos más sólidos y se dejara a un lado la especulación.  O porqué la oposición se aferró en no reconocer que la legislación vigente en la materia no ha representado beneficios para los mexicanos, para la CFE y los trabajadores. O no tienen la capacidad para evaluar si la iniciativa privada acapara la generación de energía del país: o el no dejarla pasar, como se hizo, se va a detener la privatización del sector eléctrico y evitaría la desaparición de la CFE.

En el foro con el que dio comienzo el debate de la reforma eléctrica se hizo énfasis que no aprobar lo que presentó el presidente AMLO, la CFE dejaría de perder y de “subsidiar” a privados, esto por 215.4 mil millones de pesos que deja de despachar en energía y otros 222.9 mil millones por la compra de electricidad a particulares.

Y uno de los puntos medulares es que la reforma eléctrica regularía al sector y evitaría la concentración económica del mercado eléctrico en pocos grupos o empresas o el tema de que no se expropiarían plantas, además aquellos que no hayan violado la ley gozarían del 46% de un negocio de 6.4 billones de pesos.

Fuera de estos puntos estratégicos que sólo los expertos conocen a detalle, los mexicanos se quedan con la imagen de que perdió Morena, el PVEM y el PT o que los que ganaron son el PAN, el PRI, el PRD y Movimiento Ciudadano. Nos equivocamos porque aparte de que no dominamos el tema, no interesa. Lo que se quiere y desea es que no haya recibos con tarifas eléctricas al tope, impagables.

Hay mucha razón cuando se dice que se tienen hidroeléctricas que iluminan el 40 por ciento del país, pero se mantiene a oscuras a pueblos enteros del “bajo mundo” en el territorio chiapaneco. Nadie nos quita de la cabeza que la insurrección de los pueblos originarios, a partir del levantamiento armado en 1994, cuando desde entonces se negaron a pagar el servicio de luz en sus comunidades, es un argumento que retoman como sustentable, ya que la falta de servicios los empobrece, pero las exuberantes ganancias hacia la CFE por la venta de luz a otras entidades no ha sido para catapultar al sector, sino para empobrecerlo debido a la gigantesca ola de actos de corrupción que ha enriquecido a unos pocos y empobrecido a millones.

Insistimos, quien crea que ganó o perdió con el frenó que se le dio a la reforma eléctrica, no quiere ver la realidad de la demanda de un México más justo, más equitativo. Y también lo adelantamos, tomar venganzas en lo inmediato polarizará el ambiente político y someterá más a la marginación a los mexicanos. De los diputados, de los funcionarios, queremos y deseamos, más inteligencia no respuestas de odio y de sed de venganza. Ni lo uno ni lo otro le hace bien a México. Ojalá lo entiendan.

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