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Letras Desnudas

Mario Caballero

Berta Isabel, Rocío y María Guadalupe no son amigas, no viven en la misma colonia y ni siquiera se conocen. Vaya, ninguna de ellas sabe de la existencia de las otras, pero tienen mucho en común. Las tres conocen qué es vivir el infierno de la violencia familiar.

BERTA

El martirio de Berta comenzó casi al contraer matrimonio con el que fue su esposo. Como muchas mujeres en Chiapas, se casó muy joven, a tal punto que a sus cortos veinte años de edad ya tenía dos hijos.

Se casó con la ilusión de formar un hogar feliz. Desde que conoció a Orlando, su expareja, creyó que era el indicado. Se equivocó. No tenía estudios profesionales y tampoco procedía de una familia acomodada, pero era muy trabajador eso sí. Además, durante los meses previos a su unión la llenaba de halagos, le llevaba flores y le prometía comprensión y fidelidad. Pero…

Una vez casados, las cosas cambiaron para mal. Como suele suceder con muchas parejas, la responsabilidad del hogar sustituyó al romance. Se acabaron las palabras dulces y Orlando dejó de llegar con ramos de flores en la mano y cuando llegaron los hijos tuvo cada vez menos atenciones para Berta. Lo peor es que la actitud de macho que mostró pocas veces durante el noviazgo, cada día era más patente.

Decía que el hombre es el que único que tiene derecho a trabajar. Por eso nunca permitió que ella consiguiera un empleo para contribuir con el gasto de la casa e incluso la hacía sentirse inútil.

Con la mente nublada por la bebida, empezó a acusarla de promiscuidades inexistentes. La confrontó, la maltrató, la amenazó y hasta controlaba sus salidas, así fuera nada más para ir al mercado. Cuando él regresaba del trabajo le revisaba el celular, la interrogaba y hasta olisqueaba. Nunca encontró nada, pero muy poco le importó. Cada vez más ebrio y abrumado por los celos, la golpeó en varias ocasiones.

Berta aguantó todo lo que pudo hasta que una tarde tomó la firme decisión de interponer una denuncia. Fue entonces que Orlando medio se compuso, pero la calma tardó poco tiempo. A los pocos meses volvieron los golpes y entonces comenzó a encerrarla bajo llave, junto con sus menores hijos.

ROCÍO

El caso de Rocío fue mucho más grave. Su pareja, Aris Adrián, quiso quemarla.

Igual que Berta, sufría maltratos y humillaciones. Una tarde, al volver a casa, Rocío vio que Adrián la estaba esperando. Se veía nervioso. Caminaba de aquí para allá en la pequeña vivienda que tenían en la colonia Pluma de Oro.

Giró la llave de la cerradura y entró. Antes de cerrar, su pareja la dio un jalón por el hombro y con los ojos desorbitados le gritaba dónde había estado, con quién y haciendo qué. No contento con las respuestas, comenzó a darle puñetazos en las costillas y a patearla en los muslos. Cada vez que Rocío se levantaba del suelo, él la volvía a tirar de un empujón o de una patada.

Adrián estaba embrutecido por el alcohol y presentaba síntomas por el consumo de drogas. En un momento de distracción, la mujer tomó el teléfono y llamó a la policía. Luego él empezó a prenderle fuego a los muebles y en pocos minutos toda la casa ardía en llamas.

MARÍA GUADALUPE

María Guadalupe tenía 37 años cuando casi pierde la vida cuando su esposo, de 58, le provocó una herida en el cuello y otra en la espalda con un cuchillo.

Los hechos ocurrieron un lunes por la noche. Vivían en una vivienda humilde en la colonia 16 de Julio de Tuxtla Gutiérrez, ubicada al nororiente de la ciudad.

María estaba en casa con sus hijos cuando de pronto llegó su esposo, borracho. De la nada comenzó a reclamarle cosas, a insultarla sin importarle la presencia de los pequeños. Así pasaron largos minutos. En una de esas, Carlos, su pareja, se fue a la cocina y regresó con un cuchillo en la mano. Ella les dijo a sus hijos que corrieran y pidieran ayuda, pero en lo que los volteó a ver él la hirió en el cuello, a la altura de la garganta.

María cayó sentada en el piso, de lado, y al levantarse para escapar de su agresor éste le dio otra cuchillada en la espalda.

Por una llamada de Alerta por Violencia contra la Mujer, oficiales de Seguridad Pública llegaron al hogar de María. Le brindaron los primeros auxilios y luego la trasladaron a un hospital. Mientras tanto, capturaron a Carlos, a quien presentaron ante el Ministerio Público de la Fiscalía de la Mujer por el delito de feminicidio en grado de tentativa. El cuchillo de 30 centímetros de largo fue recuperado como prueba de los hechos y los hijos de la víctima señalaron a Carlos como el responsable.

Rocío también terminó a salvo. Las autoridades llegaron a su hogar, que terminó en ruinas, pero su agresor paró en la cárcel, puesto a disposición de la Fiscalía de la Mujer. Y Berta fue rescatada después de dos días de estar encerrada con sus hijos. Aprovechó que su pareja estaba ausente para pedir auxilio a través de una ventana.

ENCARAR Y RESOLVER

Afortunadamente estos tres casos, que indignan, tuvieron un buen final tanto para las víctimas como para los hijos de ellas.

Los he traído a mención para señalar que la violencia de género es un flagelo que pone en riesgo la vida de millones de mujeres en todo el país, que sigue estando presente a pesar de los importantes avances en materia de derechos humanos y sanciones a los delitos de género, donde los principales victimarios suelen ser casi siempre personas que las víctimas conocen, como el esposo, por ejemplo.

Es de reconocer que durante el gobierno del doctor Rutilio Escandón Cadenas ha habido una reducción importante en delitos como violencia familiar, violación, pederastia, acoso y feminicidio. Aunque en honor a la verdad hay mucho por hacer todavía. Un cáncer social no se elimina en unos cuantos años. Pero los avances son destacables.

Fue una excelente decisión por parte del mandatario estatal convocar a organismos descentralizados, agrupaciones defensoras de derechos humanos, entre otras, para el desdoblamiento de acciones en pro de la atención y protección de las víctimas por violencia de género, pues por estas acciones mujeres como Berta, Rocío y María Guadalupe hoy están vivas y sus hijos pueden tener una vida digna y feliz.

Otro beneficio fue garantizar el acceso a la justicia. Muestra de ello es la sentencia de 40 años de prisión en contra de Mauricio “N”, condenado por el feminicidio de Yucenia Gómez Nucamendi, de 19 años, ocurrido en Villacorzo en diciembre de 2019.

Pero en todo esto no debemos dejar de lado el consumo de sustancias adictivas en los hombres que atentaron contra la integridad física y mental de las mujeres mencionadas en nuestro relato, quienes actuaron bajo el influjo del alcohol y posiblemente de otras drogas.

De hecho, las estadísticas indican que la mayoría de los victimarios cometieron delitos bajo la influencia de algún narcótico. Por lo que sería deseable que instancias gubernamentales implementen estrategias para enfrentar y atender este otro flagelo que está dañando gravemente el tejido social y el núcleo familiar.

Termino estimando los finales felices de las tres historias anteriores y los resultados del combate a la violencia de género que ha impulsado el gobernador Escandón Cadenas, quien ha demostrado tener una estatura moral alta, más alta que muchos mandatarios actuales y de otras épocas que prefirieron voltear para otro lado en lugar de encarar los delitos contra las mujeres.

yomariocaballero@gmail.com

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