• Spotify
  • Mapa Covid19

Letras Desnudas

Mario Caballero

La crítica de la política suele casi siempre dar la espalda a uno de los placeres de la crítica literaria o de la crítica del arte. Es decir, no se ejercita en el elogio. Es poco frecuente en nuestro medio que se reconozca la trayectoria de un personaje público.

Hoy, que ya ha registrado su participación Juan Marcos Trinidad Palomares por la candidatura de Morena a la diputación local por el distrito 13 de Tuxtla Gutiérrez es debido intentarlo, ya que no sólo representa un perfil político poco común en la clase gobernante chiapaneca, sino también encarna un legado de digno servicio público que solamente ignoraríamos en nuestro perjuicio.

Juan Marcos proviene de una familia política importante.

Su abuelo, el abogado, político, notario, don Juan Marcos Trinidad López, era un hombre impresionante, según me cuentan. Un pozo de la sabiduría. Lector voraz. Inspiraba respeto sólo con verlo. No por nada llegó a encabezar la Procuraduría General de Justicia del Estado y la Presidencia Municipal de Tonalá. También fue diputado federal y secretario particular del gobernador José Castillo Tielemans (1964-1970).   

El siguiente ancestro, el padre de Juan Marcos, es el bien recordado político Juan Óscar Trinidad Palacios, quien fue un maestro de muchas generaciones de políticos, un hombre sin dobleces que hablaba de frente y con franqueza, un jurisconsulto comprometido con la correcta aplicación del Derecho, un servidor público que entregó gran parte de su vida por el desarrollo del estado y el bienestar de los chiapanecos.

A Juan Óscar nada le era ajeno y todo lo entusiasmaba. Por eso fue incansable en su caminar, en su responsabilidad en el servicio público, donde ocupó cargos relevantes desde muy joven. Fue oficial mayor del Gobierno de Chiapas, asesor jurídico de la presidencia municipal de San Cristóbal, jefe de Área de Concertación Social y Política de la Secretaría para la Atención de los Pueblos Indígenas.

Asimismo, diputado local, diputado federal, dirigente estatal del PRI, entre otras responsabilidades políticas.

Me enorgullece haber sido su amigo. Y guardo gratamente las entrevistas que me permitió realizarle y las largas llamadas telefónicas al filo de la noche, en las que me honraba al pedir mi opinión sobre algún asunto del que ya sabía de antemano cómo iba a proceder. Quizá sólo confirmaba. A veces pienso que sólo era un buen gesto, una mera cortesía por su parte. ¿Pues qué podía enseñarle o aconsejarle a alguien con esa experiencia y sabiduría en la cosa pública?

En una de esas charlas me confesó que su vocación por el servicio público nació al ver a su señor padre trabajar, al que acompañaba en las giras por los distintos municipios y comunidades del estado. Pero, especialmente, por las ganas de querer hacer algo por la gente, sobre todo por las que se encuentran en situación de vulnerabilidad.

Por lo mismo, le indignaba el abuso de poder y la indiferencia del gobierno, que dejaba en el abandono a miles de familias que carecían de oportunidades a una mejor calidad de vida. “Nosotros, los funcionarios, debemos trabajar por ellos”, me dijo. “Es nuestro deber ejercer con responsabilidad y procurar el bienestar de la población, sea cualquiera la trinchera en la que nos desempeñemos. Puesto que la política es una profesión, pero más allá de eso es un trabajo al servicio de la gente y que debe velar siempre por los intereses de la gente”.

Recuerdo que combatía la grilla con una sonrisa, con cierto buen humor e ingravidez fresca y reconfortante. Entendía que la crítica era algo natural para los que se dedican a la política. Y no sólo la toleraba, sino también la respetaba. Además, no había motivo de cuestionamiento a su desempeño.

En los dos últimos cargos que desempeñó dejó resultados palpables. Como presidente de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, le devolvió la credibilidad a la institución, realizó miles de recomendaciones y exigió justicia para los chiapanecos. Durante su periodo, la CEDH volvió a estar al servicio de la ciudadanía.

Y como magistrado presidente del Poder Judicial del Estado logró consolidar el Nuevo Sistema de Justicia Penal y su labor fue reconocida por distintas instancias del país por promover un Estado democrático de derecho, que tanto defendió las garantías individuales de las personas como los derechos humanos. Y hasta ahora esta institución está identificada por su visión progresista y humana del Derecho, donde las resoluciones emitidas en su seno son referentes de constitucionalidad.

Él hizo posible la consolidación de la Defensoría Pública en el estado, las salas penales y los juzgados laborales. Ahí que en su honor se haya bautizado la Sede Judicial “Juan Óscar Trinidad Palacios”. Con esto, su frase, “honrar, honra”, se convirtió en un legado de honorable servicio público y pasión por Chiapas.

EL JOVEN JUAN MARCOS

El joven Juan Marcos Trinidad ha logrado sostener el peso de mantener viva esta tradición de notabilidad. Y, según parece, hasta ahora ha cumplido ampliamente con esta expectativa.

Después de estudiar la licenciatura en Administración y Negocios Internacionales en la Universidad Panamericana, considerada una de las mejores escuelas de negocios del país, continuó preparándose, estudiando, logrando más metas académicas, algo que es poco común en muchos de nuestros políticos en la actualidad.

Otra rareza en Juan Marcos es su cultura. No se restringe a su perfil de administrador ni a la política, sino que el universo de sus curiosidades y ambiciones es más amplio: es encarnizado lector de libros y ensayos, igual que su abuelo y padre, novedosos o tradicionales acerca de los más diversos e inesperados asuntos. Pues ya lo decía Aristóteles en su Retórica que los jóvenes son audaces, impulsivos, revolucionarios, mientras que los viejos son casi siempre conservadores y asustadizos.

¿Cuándo y cómo le nació la vocación por el servicio público? Lo desconozco. Pero uno de sus primeros cargos fue el de Administrador de Coordinación Estratégica de Auditoría de Comercio Exterior del Servicio de Administración Tributaria, que alcanzó no por influencias de nadie, ni siquiera de su padre, sino por méritos propios.

Ahí demostró ser un funcionario público competente, íntegro y con agilidad mental en el análisis de leyes, decretos, acuerdos, reglamentos y resoluciones administrativas; en la asistencia y orientación legal a las unidades administrativas y a las áreas fiscalizadoras de las entidades federativas; en la función como enlace en la atención de los requerimientos de información de la Procuraduría de la Defensa del Contribuyente, entre otras actividades no reservadas para la gente común.

Ahora desempeña el cargo de titular de la Delegación I Metropolitana de Apoyo Jurídico a personas institucionalizadas en Albergues Públicos y Privados del Sistema DIF Chiapas, donde su trabajo es garantizar los derechos de las personas con algún grado de vulnerabilidad y crear las condiciones para regularizar su situación jurídica.

En fin, en Juan Marcos se aglutina un legado político, pero también el ímpetu de un joven preparado, ávido de servir, con experiencia en cargos de alta responsabilidad y compromiso social, con tablas de buen político y gran cabildero, características que están muy lejos de ser comunes en la política chiapaneca.

yomariocaballero@gmail.com

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *