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Letras Desnudas

Mario Caballero

Los estudiantes de la Mactumactzá nos siguen recordando a través de sus acciones por qué deberían las autoridades cerrar la escuela. Porque no parece que en ella reciban instrucción alguna. Por el contrario, semana tras semana nos han venido demostrando que a pesar de los enormes apoyos que reciben del gobierno para su preparación docente, siguen teniendo entre sus usos y costumbres la violencia, el saqueo, el vandalismo, el secuestro de autobuses y el robo de cuotas de carreteras, cuyas plumas levantan para cobrarle directo a quien pasa.

Así, pues, si están más tiempo en manifestaciones, marchas y bloqueos ¿a qué hora estudian? Y esto nos lleva también a preguntar: ¿cómo pretenden con ello ser merecedores de una plaza magisterial? Peor aún, ¿quién los querría como maestros de sus hijos?

La sociedad está harta de sus actos delincuenciales. La semana del 24 al 29 de marzo, por ejemplo, tuvieron parada la obra del Paso a Desnivel del libramiento norte poniente. Los obreros, maquinistas, técnicos e ingenieros se vieron obligados a dejar de trabajar por temor a que ocurriera algún incidente que pusiera en riesgo la integridad física de alguno de ellos o de los mismos normalistas.

No obstante, por esos cinco días que estuvo detenida la obra hubo pérdidas económicas superiores a los 4 millones de pesos, lo equivalente a 455 mil pesos diarios en promedio. Al respecto, no pasó nada. Nadie fue responsabilizado.

Tan sólo por eso no es absurdo decir que la Escuela Normal Rural Mactumactzá es un espacio delincuencial. Resulta en verdad penoso que esta institución educativa haya perdido su antiguo prestigio, ya que a lo largo de los años fue considerada por su mayor parte como una escuela de buen rendimiento, donde los estudiantes y las comunidades de bajos recursos encontraban en ella un camino para sus hijos.

Hoy, sin embargo, es imposible negar que han echado raíces en la Mactumactzá prácticas de delito puro, como secuestrar camiones y choferes, y robar casetas de peaje.

Quizá muchos todavía no lo sepan, pero hacia la medianoche del viernes primero de abril hubo una intensa movilización en el interior de mencionado instituto. Sucede que los normalistas acordaron liberar una pipa de Petróleos Mexicanos (Pemex) y otras unidades más que tenían retenidas.

El acuerdo se dio gracias a la mediación de la Secretaría General de Gobierno, que logró abrir una mesa de diálogo con los estudiantes y autoridades de la Secretaría de Educación del Gobierno de Chiapas y la Subsecretaría de Educación Superior del Gobierno Federal, en el que se reafirmó el compromiso por parte de las instituciones educativas de atender las demandas de los normalistas.

Resultado de ello se recuperó dicha pipa que representaba un riesgo para la zona, asimismo 36 vehículos de maquinaria pesada, 47 unidades de empresas particulares y 234 empleados de distintas especialidades que estaban secuestrados.

¿MAESTROS O GUERRILLEROS?

A diferencia de los normalistas de Ayotzinapa, no se cree que haya miembros de grupos criminales incrustados en la Mactumactzá que conecten a los estudiantes con redes del crimen organizado. No. Pero lo que sucede en su interior se parece más a esos centros de reclutamiento de grupos guerrilleros que a una institución formadora de maestros.

En 2018, verbigracia, falleció José Luis Hernández Espinosa, oriundo del municipio Venustiano Carranza e hijo de un comunero de la Organización Campesino Emiliano Zapata-Casa del Pueblo, que está ligada a esta escuela desde hace muchísimo tiempo.

José Luis fue víctima de las llamadas “novatadas” con las que estudiantes de grados superiores someten a los alumnos de nuevo ingreso. José Luis fue llevado de emergencia al Hospital Dr. Jesús Gilberto Gómez Maza junto con dos de sus compañeros, pero fue el único que murió. Según el reporte médico, por fatiga y golpe de calor.

Un año antes, en octubre de 2017, la alumna Lizbeth “N”, de 18 años y originaria del municipio de Motozintla, fue obligada a realizar trabajos forzados en la novatada. También murió.

¿A qué los forzan en esas prácticas?

Según testimonios de Iris “N”, alumna de nuevo ingreso que salvó la vida, los obligan a memorizar y repetir consignas e himnos, los rapan, los bañan con agua helada, los encierran por grupos en cuartos oscuros durante días, los privan de agua y comida durante largas horas, les prohíben dormir, los mandan a excavar en el campo bajo el sol inclemente y no les dan de beber.

Ella cuenta que fue sometida por un grupo de entre 15 y 20 alumnos de mayor antigüedad y que al pasar el proceso necesitó atención médica por presentar un cuadro grave de deshidratación, insolación, quemaduras de primer grado en varias partes del cuerpo, así también tos, disfonía, crisis nerviosa y depresión.

DINERO TIRADO A LA BASURA

La siguiente pregunta revela más de lo que cuestiona: ¿por qué luchan?

Dejemos a un lado que quieren que les autoricen más matrículas y que les concedan plazas automáticas al concluir sus “estudios” (las comillas son a propósito). Y mejor concentrémonos en que los normalistas de la Mactumactzá tienen muchos más privilegios que cualquier otro alumno de educación superior en el estado.

Ellos no tienen que pagar renta, ni transporte público, ni alimentación durante toda la carrera, como sí lo hacen los jóvenes de otras universidades que vienen de fuera. Pues los de la “Mactu” cuentan con dormitorios bien acondicionados en la escuela y un grupo de cocineras les prepara el desayuno, la comida y la cena, alimentos que son pagados con nuestros impuestos.

Seré todavía más claro: de enero a marzo de este mismo año, estos normalistas recibieron un total de 6 millones de pesos, recursos que son aportados tanto por el gobierno federal como el estatal, y son para el pago de alimentación, útiles escolares, uniformes deportivos, combustible para los vehículos propiedad de la escuela, entre otros.

No es todo. Tienen alberca y les construyen dos campos de fútbol con pasto sintético, un auditorio y les han venido entregando estufas, freidoras y otros equipos de cocina. Y la lista sigue.

El gobierno les da 200 mil pesos más para el mantenimiento del autobús, tractores y camionetas. ¿Quiere saber más? Les dan un presupuesto que este año fue de 337 mil pesos para actividades pedagógicas y el Comité Estudiantil recibe anualmente 75 mil pesos para estudios socioeconómicos. Por si le parece poco, cada uno de los alumnos obtiene cada mes 2 mil 400 pesos a través de la Beca Benito Juárez, que otorga el gobierno federal.

Por eso, ¿por qué luchan si lo tienen todo? Con esos apoyos es para que estos normalistas se pusieran a estudiar y no anduvieran como vándalos irrumpiendo en los caminos, robando, saqueando, quemando vehículos y violando los derechos de terceros.

CIERRE: LA EXIGENCIA

No sé si las autoridades están pensando en cerrar o reubicar esta escuela, que ha sido la exigencia que ha estado motivando la sociedad, ya cansada de tantos abusos de estos guerrilleros disfrazados de normalistas. Es más, cerrarla no es una idea exagerada tomando también en cuenta los pobres resultados académicos de esta institución educativa.

Por lo pronto, no se vale que estos supuestos estudiantes sigan delinquiendo cada vez que les da la gana y no pase nada.

@_MarioCaballero

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