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Letras Desnudas

Mario Caballero

Voy a introducir esta columna filosofando sobre el supuesto de que las palabras se arrastran.

Si a toda acción le corresponde una reacción, ¿qué caso tiene hablar nomás por hablar si no se puede hacer cargo de las consecuencias? ¿Para qué afirmar algo por hecho si no puede ser comprobado? Es como decir que el viento pesa o que los perros tienen alma.

Si las palabras tienen un significado, ¿qué provecho tiene pronunciarlas si no se sabe hilarlas adecuadamente en una oración, en un discurso, en un mensaje? En ese sentido, ¿para qué usarlas para descalificar, injuriar, estigmatizar o denigrar? La ausencia de algo que sustente lo dicho, es difamar.

Cristo les enseñó a sus apóstoles que cuando dijeran “sí” fuera realmente sí; y cuando dijeran “no” que fuera no. Porque cualquier cosa de más –dijo-, proviene del maligno. Por eso, ¿por qué mentir? La mentira desplaza a los hechos, tergiversa la realidad, crea falsas expectativas, juega con las ilusiones de la gente, provoca enemistades y acarrea desconfianza, descrédito y desprestigio para el mentiroso. Y no sólo para él o ella, sino para todos aquellos que lo siguen o para el grupo al que éste pertenece.

LA LECCIÓN DE ALITO

Una lección al respecto le dio Alejandro Moreno Cárdenas a Mario Delgado, dirigente nacional de Morena.

En el programa Las Noticias con Danielle Dithurbide, en el que se dan cita para debatir los dirigentes nacionales de los principales partidos políticos, le dio una cátedra de congruencia, le enseñó que antes de hablar hay que ser conscientes de la realidad del país y hasta lo dejó sentado en la mesa como un mentiroso que presume logros que no existen, que descalifica al contrario sólo por pensar diferente, por no compartir lo que dice y que lanza acusaciones sin tener “los pelos de la burra” en la mano.

Alejandro Moreno, “Alito”, es una de las voces que más ha resonado en las líneas de la oposición. Por lo mismo ha sido duramente criticado, tanto por el poder como por los seguidores de Morena y los partidos aliados. Pues su voz encarna una de las venas históricas menos reconocidas del PRI, opacada casi siempre por la sombra de sus pecados.

Esa vena es la del PRI que ha querido la modernización del país, que ha creado muchas de las instituciones clave del México moderno; que nos dio un Estado, leyes, un orden constitucional; que construyó escuelas, hospitales, carreteras, presas; que fijó las bases sobre las que descansa nuestra democracia y por la que ha sido posible la alternancia en el poder hasta en tres ocasiones en dieciocho años.

Alito puede ser censurado, pero nadie puede negar que como gobernador de Campeche le devolvió la seguridad al estado, mejoró el sistema de salud estatal y abrió nuevas puertas para la inversión nacional y extranjera, lo cual fortaleció la economía local. En su administración hubo una reducción importante de la pobreza y del porcentaje de la población analfabeta.

Con esa misma visión y entusiasmo logró que el PRI recupera parte de la confianza de la gente y que ésta lo volviera a ver como una opción política. También, junto con los líderes del PAN y PRD, pudo conjuntar un bloque opositor que ha venido ganando gobiernos locales y municipales, y con el que le arrebató el control del Poder Legislativo al partido gobernante.

El dirigente nacional del PRI es, en menos palabras, un líder político preparado, de experiencia y que ha demostrado que es capaz de enfrentarse con buenos argumentos ante cualquier reto.

Así, pues, le dijo de frente a Mario Delgado, quien encabeza la campaña de odio en contra de los diputados federales del PRI, PAN, MC y PRD que votaron en contra de la Reforma Eléctrica, calificándolos además de traidores a la patria:

“Habría que preguntarle al dirigente de Morena, porque públicamente el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dijo que había doblado al presidente de México y le ordenó meter 26 mil soldados a la frontera. Eso sí es violar la soberanía, Mario, eso sí es traición a la patria”.

Imposible negar lo ocurrido. Recordemos que inmediatamente después de que el canciller Marcelo Ebrard habló con Trump, tratando de calmar las amenazas de establecer un 25 por ciento de aranceles a todas las importaciones de México, el gobierno mexicano instruyó el despliegue de 26 mil soldados en la frontera sur, bajo el programa “Quédate en México”, para detener el flujo de migrantes hacia Estados Unidos. Trump consiguió su muro, un muro humano, y gratis.

¿Es traición a la patria usar la fuerza del Estado para someterse a las órdenes de un bravucón extranjero? Sí. Como también lo es rodearse de servidores ineptos, ostensiblemente incapaces de cumplir, porque su única lealtad es la fe ciega al líder, mas no al pueblo de México. Tal como el dirigente nacional de Morena, que no hace otra cosa más que insultar, emprender campañas fascistoides y no proponer nada en favor de la nación.

Delgado es un tipo de muchas palabras, pero de nulos argumentos. Asegura que el país está mejor que como lo estuvo durante el periodo neoliberal, que hay más seguridad, que los servicios de salud son eficientes, que la economía va bien.

Sin embargo, Alejandro Moreno le contestó: “Hoy tenemos más de tres mil feminicidios, tenemos más de 5 mil secuestros, 117 mil homicidios. Este gobierno se cae a pedazos y no hace nada. Pero incluso viola la ley, utiliza aviones del gobierno, tanto que criticaban y hablaban… El dirigente de Morena, Mario Delgado, es un delincuente confeso, moviendo gente el día de la jornada electoral. Y qué tanto le importaba la revocación de mandato y la reforma eléctrica, que el domingo que estábamos discutiendo en la Cámara (de Diputados), el señor Mario Delgado andaba de vacaciones”.

Añadió: “Morena no aceptó una propuesta de la coalición Va por México y del PRI. Les propusimos tarifa cero, gratuita, para escuelas, hospitales, estancias infantiles; tarifas especiales para discapacitados, para mujeres, y Morena dijo no. Por eso decimos, se les cae el país a pedazos. Hoy están moralmente derrotados”.

DELGADO: LO PEOR

En definitiva, Mario Delgado es lo peor que le pudo haber pasado a Morena. No es un líder capaz. No tiene propuesta. No sabe ganar elecciones. Y si el partido sigue estando fuerte, si sigue encabezando las listas de preferencia electoral en varios estados del país, no es por el liderazgo nacional, sino por la popularidad y el nivel de aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Qué tanto aguantará así hasta el 2024? No lo sabemos.

Lo que sí podemos advertir es que la cabeza del partido fue evidenciado como un charlatán, como un político hueco, que habla, habla y habla, pero sin que sus palabras trasciendan a la verdad.

Las palabras se arrastran. En la vida política es imperativo soportar los dichos con los hechos. No se puede andar libre por el mundo soltando peroratas triunfalistas cuando la realidad habla de la terrible descomposición social que vive el país, con altas tasas de homicidios, feminicidios y niños con cáncer esperando recibir sus tratamientos.

No es con palabras como se convence, sino con hechos.

yomariocaballero@gmail.com

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